viernes, 16 de abril de 2010

Kevin Spacey "Tengo el Oscar junto a la batidora"


El actor Kevin Spacey ofreció en el Palacio Valdés de Avilés una clase magistral para alumnos de Secundaria y Arte Dramático
Kevin Spacey es una estrella de Hollywood que ayer, sobre el escenario del teatro Palacio Valdés, se mostró tan natural que daba la sensación de que no quería darse importancia. Confesó: «Tengo el "Oscar" junto a la batidora» (no dijo, sin embargo, dónde tiene la batidora ni a cuál de sus estatuillas se refería). También aseguró: «Me cuesta mucho ver una película en la que salgo porque sólo veo los momentos que viví cuando la estaba rodando y no la propia película»... Pero todo esto fue sólo barniz. El halo estelar que lo persigue es imborrable, ser Kevin Spacey es toda una profesión.

Llegó ayer a Avilés a primera hora, en un vuelo regular que lo traía de París. Desayunó en el hotel Palacio de Ferrera, descansó unos minutos y a las once y media se plantó en el teatro Palacio Valdés. El director artístico del teatro Old Vic de Londres debutaba ayer en Asturias de la mano del Centro Niemeyer y con un «espectáculo» que tuvo mucho de exhibición estelar, una pizca de clase magistral y un mucho de devoción incrédula de los espectadores. La superestrella habló de su pasión por el teatro, ofreció algunos consejos, recogió unos cuantos aplausos. Y salió por piernas: perdía el avión que lo tenía que llevar a Madrid, donde se había comprometido con el Banco Santander. Kevin Spacey, como Julio César en la batalla de Zela, llegó, vio y venció.

La presencia de la superestrella en Avilés respondió a una razón principal: dar cuerpo al compromiso de Spacey con Avilés y con el Niemeyer. Dijo: «Donde hay un centro cultural hay un intercambio de ideas y el intercambio de ideas, al final, fomenta el crecimiento económico de las ciudades». Spacey cree que la programación cultural llama a los espectadores «que tienen que coger un taxi, comer en un bar y comprar el periódico; el influjo de la cultura sobre la economía es evidente», concluyó.

Pero no todo fue hablar del anfitrión (más bien pasó de puntillas: sólo hubo una pregunta al respecto). Spacey lo que hizo fue pasar consulta. Salió a escena sin bata blanca, pero con ganas de repartir salud a sus espectadores, que eran alumnos de Secundaria y de Arte Dramático y, además, la mar de curiosos. La superestrella lanzó su primer adagio -«el teatro es medicina»- y sobre él enhebró el resto de su discurso: una hora de pasión por su oficio. La conversación estelar se hizo corta. Fue como una rueda de prensa, aunque sin prensa: preguntas, respuestas y más preguntas.

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